domingo, 6 de marzo de 2016

MICRORRELATO FANTASTICO "EL ESCAPE"

Es uno de esos días particularmente repleto de un ambiente pesado, donde el Sol amenaza con exterminarnos y las horas avanzan lentamente.     

Día tedioso, sin tiempo ni deseos de hablar.  

Nuestra oficina, su cárcel, a duras pena aparenta serlo.
 “Compacta” por no aceptar su aspecto miserable. Lúgubre, fría cual morgue y con colores que deprimirían hasta a los “maestros de la Felicidad”.  Es un espacio de “dos por dos”, en el cual aún desconozco como ambas podemos coexistir sin agredirnos.

Lo comparto con mi compañera de trabajo, confidente y algo más.  Soy su Jefa además de su carcelera. Yo, hembra “Alpha”. Ella, dócil cual brisa de verano. Ambas, con caracteres, realidades, edades, prioridades y sobre todo adicciones diferentes.

Ella, para mi bien, sentada muy cerca de mi, casi cual loro apoyada en mi hombro derecho. Dándome lateralmente la espalda, avanza en sus obligaciones, negada, sin  mostrarme su cara, absorta en sus propios pensamientos. Siempre  silente y nerviosa llenando formularios los cuales debían estar listos para “ayer”.

Yo, analizando reportes financieros y pensando en ella.  Lo único rescatable de mi trabajo es su presencia y “nuestra hora” de almuerzo.   Siempre vamos juntas. Tenemos dos largas horas para comer y perdernos en caricias que  repasan solo mi cuerpo.
               
Las 12:00 menos diez. Presurosa dejo mis reportes  en pausa.
-      
L    Llegó la hora mi amor -  Al fin. Lo único que vale la pena en nuestro día - le insinúe con algo de picardia y ansiedad.

Silencio. 
Sin risas ni complicidad. 
Sin siquiera voltear a encontrarse con mi mirada sedienta por ella.
Le toco el hombro derecho para sacarla de su ensimismamiento. 
Caos. 
Se deshace ante mi.  Su cuerpo sucumbe hundiéndose entre mis dedos en una especie de piel arenosa que cae lentamente, sin poder dar crédito de lo que observo, sin poder evitarlo, sin detenerlo.
Desvarió. Observo la pequeña ventana que separa nuestro microcosmos del resto del edificio y solo observo negritud.
    A mis pies, mi amante convertida en arena. Yace ella. Ahora caliente, pesada, húmeda y con olor a marisquería rancia que me obliga a tragar mis propias arcadas.

En mi desespero huyo de este escenario dantesco en busca de ayuda y el silencio me abraza. 

La negritud me impide avanzar. Desconozco lugares. 
Carezco de sensaciones. Solo caigo en picada libre sin saber hacia dónde. Sin conocer el final…