martes, 6 de julio de 2021

90 días después.

 

Hoy me levanté feliz. Normal. Tranquila y como de costumbre, desde hace “toda la vida” temprano. Con ganas de hacerlo todo medianamente bien, como una de esas mortales que de modo repetitivo no se exige mucho. Que se levanta. Produce. Descansa y repite el ciclo.

Me levanté con una mayor consciencia sobre el control excesivo, los planes y los detalles pormenorizados. Hasta hoy entendí que solo generan ansiedad, dolores de cabeza, de pecho y no garantizan la perfección. Lo que si producen y mucho, es una sensación de insatisfacción prolongada. Doy fé de ello.

Por ello prometí dejar que todo fluya y escapar de la compulsión de querer arreglarlo todo.   

Tomé mi acostumbrada taza de café. Uno de los grandes placeres, hace muy poco descubierto, en mi vida. Placer que junto al olor a hierba húmeda y el cantar de los pajarillos, se convierten en mi oasis personal para iniciar el día.  Defequé recién me levanté. Cosa extraña. Esto siempre sucede después de desayunar.

Luego del ritual del baño, maquillaje, peine y colocarme panti y brassiere, desayuné escuchando un audio del cuento de Charles Bukowski llamado “Se Amable”.

Siendo las 6:33 a.m. me dispuse a cocinar el desayuno de mis niñas. Todos en casa dormían, inclusive Keysi. El búho en la familia siempre he sido yo. No logro dormir mucho ni bien. Tal vez el golpe sufrido en mi cabeza, hace varios lustros atrás, al caerme de la hamaca en Chiriquí, salió años después. 

Y de pronto. Una ráfaga de frío me invadió, se me llenaron los ojos de invierno.

Me invadió una tristeza, un vacío atemporal. Pero no ese tipo de tristeza fuerte, sino una desazón llena de dudas.  “¿y si aún estuviese aquí?

6:33 a.m. en punto.

La misma hora en que mi madre hace tres meses atrás me confirmaba 

- Te espero hija, vamos a hablar con los doctores de Manuel y de paso, lo visitamos.

Visita que sin sospechar se convertiría en la última.  

Visita traducida en una despedida casi definitiva. Casi. 

Porque soy consciente que tenemos un reencuentro latente. Solo toca espera con calma y sin mucha prisa. Esa cita es inevitable, pero tampoco  me urge en afanes ir a su encuentro... 

Ya 90 días sin la presencia física de nuestro querido Manuel “El Tigre”. 90 días. Cortos, largos, tediosos, en alta con bajas, lentos, ajetreados.

Días con muchas lluvias cual lamentaciones del alma. Exceso de fríos y un calor infernal. 90 días con sustos, preocupaciones, alegrías, nuevos inicios y sorpresas.

90 días después,  la vida sigue. Sin tregua, sin espera. A la carrera. Obligándonos a seguir, empujando a cada uno de modo diferente, con sentimientos y reacciones diferentes, casi sin permitir que nos detengamos a pensar, a sentir, a llorar. Cada quien continua viviendo a su manera. Unos pocos pusieron distancias. Otros, cercanías.  Otros volvieron a su mutismo selectivo. y la vida, río impetuoso en si mismo, sigue su curso. Arrastrando miedos, soledades y fortaleciendo el amor. También eso, el amor. Y nos sentimos vivos.  

¿Seguimos vivos?  O ¿solamente fingimos hacerlo?  

Desde su muerte, siento que vivimos en un gran salón de espera. En el salón hay un gran foco blanco que corona nuestras cabezas y llena de calor todos nuestros cuerpos. Mientras esperamos podemos amar, pecar, discutir, trabajar y vivir. Es algo así como un espacio interactivo o una especie de reality show.   En este salón amplio, iluminado y pintado de  blanco, hay un gran letrero llamativo, tipo los utilizados en los baratillos de poca monta de la Central. Los que me se de memoria pues crecí en dicha área. El punto central del salón es ese letrero llamativo. Es  rectangular con fondo amarillo y bordeado con focos como una cinta trenzada. Focos todos alrededor del cuadro gigante que titiritan luces color arcoíris y dentro del cuadro parpadea la palabra Esperanza con un color azul mar. 

Siento que el Director del salón de espera nos observa, y pese a que siento su presencia, no puedo aún escuchar su voz. 

Se que estoy en esa sala de espera viendo el cuadro y me llenó de la convicción que la cita se dará y lo volveremos a ver. Y no vendrá solo. 

Sonrío. 

Lo acompañaran quienes partieron antes. 

Mis abuelos maternos, paternos, mi hermana Vanessa, mi hijo Rolandito y acudirán reídos sin entender porque acá abajo estamos aún tristes, estábamos ayer angustiados y estuvimos hoy cabizbajos fingiendo que sonreíamos más de la cuenta.   



Y siendo las 6:33 a.m. en mi cocina, frente a una paila repleta de aceite de oliva, friendo unos patacones, sentí vergüenza, cual Eva en el Paraíso y cubrí mi cuerpo con una toalla.

– ¡ Respeta!  Manuel te está observando...




Pensé en él. En su sonrisa pequeña y franca, algo ladeada, que dejaba entrever unos diminutos y auténticos dientes blancos, todos en su sitio dentro de unos labios casi imperceptibles, demasiados delgados.

Lo imaginé, puedo jurar que lo vi frente a mí, sonriendo.

Con esa sonrisa   que no regalaba a todo el mundo. 

Frente a mi. Formal, serio y hasta gruñón. Demasiado recto en sus pensamientos y tan lleno de reglas y direcciones para vivir bien, no joder a nadie y repito, vivir tranquilo. Demasiado bien para mi gusto.   

Y pensé...

En lo mucho que hemos perdido con su partida.


      En el salón blanco, vi un cuadro muy pequeño de un barco.

Estaba casi escondido en una esquina. Parecía olvidado. 

Dentro del barco estaba lleno de gente. Igual de lleno estaba el salón blanco. Pero en el barco todos permanecían muy cerca y si uno se movía, afectaba al resto.  Nadie podía caerse, porque la gente apretujada se convertia en algo asi como vigas.

Parecía un arca, pero muy pequeña. 

Entonces, entendí que la familia era ese barco. La pareja también lo es. Aglutinados en un seno pequeño, a veces con roces, sin derecho a la privacidad real y de vez en cuando, esa misma familia te hace sentir asfixiada. Pero pude verlo con claridad.

Un barco tan pequeño que nos preserva de la inmensidad del mar, de sus peligros y sus oleajes cuando hay marejada.

 A veces creemos equivocadamente que el timón en una relación lo lleva quien más ruido genera,  quien mejor organiza, el estable o aquel que está al frente del barco.

 Creemos que es quien agarra el timón y lo mimetizamos con el mismo, haciendo del timón-hombre-guía un solo sujeto. Pero el timón-ancla-estanco puede ser quien guarde más silencio, quien esté oculto, quien observa agazapado, quien infunde respeto solo con su presencia.

Así era Manuel, como esos espacios silenciosos, como esos compartimentos llenos de aire que mantienen el barco a flote, evitando que se hundan. 

Así era él. 
Su sola sombra y lento caminar daban estabilidad a la familia y su ausencia se nota, pesa y tambalean muchas vidas, aun cuando no se hable de ello o se finja no verlo.   Aun cuando finjamos que seguimos navegando sobre tormentas, sin miedo al naufragio.   

Luego sentí, unas ganas inexplicables de pensar en él. De escribir por él. Y caí en cuenta que quienes en las redes sociales escriben a sus seres queridos ya fallecidos, no les escriben a ellos. No escriben para generar likes, mucho menos para inspirar compasión u oleajes de empatía.

La realidad es que nos escribimos a nosotros mismos, a quienes hemos perdido algo con la partida del ser que amamos o admiramos. Los que hemos quedado, inevitablemente y a nuestro pesar, atrás.

Y heme aquí escribiendo a Manuel, pero sobre una base totalmente egoísta. Pensando solo en mí. Recordando que todas las noches le preguntaba a mi mamá, cada vez que ésta cerraba el teléfono 

– No me digas, ¿era Kathy?. ¿Y qué dijo hoy mi hija querida? ¿Qué cuento te echó?  

Y Zeny empezaba cual cuenta-cuentos a narrar con lujo de detalles mis aventuras (no son muchas, pero son divertidas) y surgían las risas, los comentarios, las sorpresas, los gestos de desaprobación y hasta angustias. 

Surgían conversaciones largas en base a lo que yo le conté a mi mamá y ella a su vez a Manuel. Era como el juego infantil de los dos vasos con un hilo en el medio, pero sin vaso, sin hilo, solo el amor que nos unía y mis arranques que los hacían reír.

A veces, muy pocas veces, me lo pasaba al teléfono. Él, de pocas palabras, discreto y cortante. Y yo me sentía incómoda porque surgían silencios y no sabía qué más decir. Hay momentos en los cuales no se qué decir. 

Lo que no supe en su momento fue que era un muy buen oyente y tenía toda su atención a mi disposición mientras conversábamos. Tarde muy tarde fui consciente de esto y hoy me pesa. Y me lleno de nostalgia. También de rabia. Siento que perdimos y  mucho. Perdimos tiempo sin saber que ya no habría más tiempo que perder. Abrazos, sonrisas, carcajadas y hasta debates, en los cuales jugamos a arreglar el mundo. 

Y se nos esfumaron momentos y no hay vuelta atrás.

La memoria ingrata, tarde o temprano, pasará las hojas, las arrancará o las borrará.  

Y pasaremos a ser olvido. La vida nos obligará a seguir, preparados o no.

Pienso que debió estar un rato más con nosotros y los doctores que antier miré con gratitud y  veneración, hoy los siento distantes e hipócritas. Pensaba que nos regalaron tiempo de calidad con Manuel. Hoy siento que en su falsa condescendencia nos restaron, sin previo aviso, sin compasión, momentos y conversaciones que ya no se darán.  Los imagino en sus consejos médicos fríos y cerrados, con sus batas blancas, estiradas, nunca sucias, elucubrando si él, Manuel, seguiría recibiendo visitas o si ya eran demasiadas. Tal vez imagino lo que no es. Delaciones sin sentido. Es mi imaginación febril o tal vez mi creatividad maquiavélica  teñida de paranoia.

Imagino lo que perdimos. Lo que no sucedió.  Y descubro, una vez más, que no pensaba en Manuel y en sus 90 cortos/cercanos días largos/lejanos de aquí… sino que pensaba nuevamente en mí y lo que perdí con su ausencia.

Partió un ser callado, discreto y afable dispuesto a escucharme. Dispuesto a decirme en la cara que estaba equivocada y que la vida no es como yo pienso o quiero.

Partió ese ser que te decía de modo frontal       – por allí no es la cosa, te vas a estrellar.

A un observador silente, a un estratega, a una persona sabia con sus "No, no, no, no!". 

Perdí esos ojos pequeños que muchas veces vi hinchados de orgullo, que brillaban ante el mínimo logro alcanzado por quien les escribe. 

A ese hombre sensible que amaba a mi madre sobre todas las cosas. Que la cuidaba, reconfortaba y defendía. Que la acompañaba a regañadientes muchas veces y que fingía observar con atención vitrinas en los centros comerciales, por no reconocer que no podía caminar con el vigor de sus años de mozuelo, pero sobre todo, quien hizo lo indecible por no preocuparla ni darle ningún tipo de sobresalto.  

¡Perdí a quien me bajaba mis rabietas con una sola sentencia, 

– Aquí no Kathia o te vas!

Perdí a ese padre que en las reuniones familiares le gustaba sentarse cerquita de mí, pese a mi desboque, vulgaridad, desenfado y desenfreno.  Siento que lo asustaba y a la vez lo entretenía. Es que siempre sonreía a mi lado, a pesar que muchas veces no estuvimos de acuerdo.

Perdí a ese amigo, que cuando tenía problemas, iba a mi casa, sin previa invitación.

- ¿Cómo va la cosa y qué piensas hacer? y esperaba con parsimonia extrema mi respuesta.  Se sentaba y me ponía su mano grande en el hombro y me hacía sentir paz. 

(Si la casa de Monte Oscuro hablase, me diría que Manuel tiene un sitio importante en el Cielo… )    

Perdí el único que le comentaba a mi mamá 

– Kathy es bien fotogénica. Tu hija en persona es otra cosa!

Perdí a un hombre que lloró cuando mi madre estuvo en cama grave y que no derramó una sola lágrima ni mostró preocupación cuando le tocó su turno de estar enfermo. Que recibía con una sonrisa sus visitas en el hospital, pero de modo selectivo. No a todos quiso recibir... Fuí de las pocas afortunadas. 

Valiente, tranquilo y bromista. Estoico y optimista. Preocupado por todos hasta el final. En cama, en espera, con una sonrisa. Siempre anhelando volver a casa.    ¡Y volvió!

Con su partida, perdí algo de identidad, algo de ilusión y de mi mundo mágico.

Me estrellé con un oleaje de sensibilidad desconocida en mí y tuve que remontar sin preparación alguna una ráfaga abierta de realidad. Gané enfoque. Eso que se llama madurez. Eso creo. Eso dicen por allí quienes me conocen.  

También gané el valor de la palabra empeñada, el cumplimiento de una promesa. 

Palabra y promesa, lo único de valor auténtico que tiene el hombre.

Gané la convicción y la esperanza inequívoca que ambos estamos, por ahora, en mundos paralelos.


Mundos no tan distantes como lo creemos, que se unirán cuando  nuestro Hacedor así lo decida en un mismo plano. 

Manuel, la promesa aquella sigue hoy  en pie.  

Gracias por la invitación a cumplirla antes que la memoria ingrata, tarde o temprano, destruya mis hojas y me obligue a ser olvido.

  

      

 

martes, 3 de abril de 2018

Herencia.

Hoy hablamos de la lluvia y el http://innovias.wordpress.com/2013/02/21/celebrando-bajo-la-lluvia/
   
     Antes de que mamá conociese a papá, los paseos bajo la lluvia eran parte de su tradición familiar. Tradición divertida  que tanto mi hermana mayor como yo, acogimos sin dudar.



     Mi abuela, una mujer del campo, remilgosa y     sin educación formal pero con mucha sabiduría, le había enseñado a respetar la lluvia, así como a
EL ALZHEIMER SE PUEDE DETECTAR 25 AÑOS ANTESamarla y aprender de ella. Observándola, escuchando sus sonidos, apreciando sus rebotes sobre el pavimento, techos, cuerpos y sintiendo su majestuosa presencia dentro de uno mismo.


Yo recuerdo con la claridad de una mente infantil sus enseñanzas. Entre ellas que cuando llueve, todo (y todos) cambian.  Sobre todo los que son mojados tras su paso ya que quedan al desnudo sin más remedio que dejar de fingir lo que en realidad no son.

También aprendí a desconfiar de esas personas que no aman esta bendición del cielo, esos que corren presurosos a esconderse, que se entristecen o maldicen en su contra.


Resultado de imagen para maria magdalena oosthuizen artistEn nuestra familia, en cambio, era motivo de fiesta.

Mi hermana y yo solíamos prepararnos en cuanto caían las primeras gotas sobre nuestro techo de zinc y se inundaba el patio. Igual hacían los pequeños del barrio y uno que otro vecino "mamulón" y ocioso, de esos que pernoctan de día en los zaguanes.

Luego, a la velocidad de la luz, nos colocábamos nuestras chancletas, shorcitos y sweaters.  Yo liberaba mi afro hasta ese momento sostenido con crueldad con colitas y corría a buscar a mamá. Bueno, hasta ese día, esa tarde, hace casi cuarenta años.

"Back" - Stephen Wright, oil on canvas {contemporary figurative artist female posterior seated woman painting} stephenwrightart.comAl verla en la cama tumbada sobre su costado derecho dándome la espalda, tanto mi hermana como yo, imaginamos que se sentía mal. No era su costumbre dormir de día ni siquiera una pequeña siesta.


- Ya habrá tiempo para descansar y dormir, cuando me llame el Señor - solía decirnos en son de broma. Aunque sabíamos que lo decía muy en serio.
Sus bromas eran así, más verdades y lecciones que otra cosa.


Sofia.... your Eyes wide open are the windows to the dark corners of your thoughts..... I love red ....... amazing!No olvidaré su cabello negro largo enmarañado ocultándonos su cara. Yo sabía que era porque pensaba en silencio. Por su respiración lenta y suave. Esa que suelen usar los adultos cuando se encuentran preocupados y la cabeza les duele de tanto coraje o dolor al punto del estalle.


Ya íbamos de salida muy calladitas, cuando escuchamos sus sollozos. Bajitos, contenidos como cuando intentas disimular que lloras. 

 - Mamá, ¿estas bien? ¿qué sucede? 

... El ambiente pesado se hacía cada vez más extraño a medida que me acercaba a ella. 

Mi hermana, dando honor a su reputación de niña madura y discreta, se sentó al pie de la cama, sin decir una sola palabra. Solo observaba sin parpadear. Así era ella.  

 - Hijas, hoy no tendremos nuestro acostumbrado paseo de la verdad, musitó mamá, como si confesase una gran falta.

Take a walk in the rainAsí lo llamaba,  paseo de la verdad. Su explicación, y que ahora, siendo ya una mujer adulta tiene mucha lógica, era que cuando llueve la vida se pasma y en ese preciso momento, todo se vuelve auténtico. Todo adquiere un tono lúgubre que de modo inevitable impacta e influye en las mentes más débiles o sensibles que se encuentran en su andar.


Me asombró su decisión, ya que cuando llovía era muy común verla en la calle, con pasos mucho más lentos, sin paraguas ni periódicos ni afanes que la cubriesen. Y con la cabeza gacha, acompañada de sí misma siempre con una sonrisa amplia en sus labios.

- Hijas, la lluvia no es un ácido ni veneno.  Son valiosas perlas que encumbran las almas más nobles o desenmascaran a los seres más viles. Sin trampas, tapujos ni atajos. Y les repito, hay que tener valor. Valor del bueno y algo de locura para bajar el paso cotidiano en un día lluvioso cualquiera. Y hoy, mis niñas, hoy no me siento valiente.

Eva close up(sold)Resultado de imagem para conceptual visuals pop photoshootsAl estar frente a ella, pude detallar sus facciones. 

Su rostro estaba cubierto de sangre seca con un color cobrizo muy brillante y un olor que todavía me espanta el sueño. 

Siendo honesta, me hizo un poco de gracia. Hoy día con dolor lo reconozco, pero en mi inocencia le hallé parecido con  mi barbie favorita, luego de ser  revolcada en el lodo, y al igual que ella, se veía usada.  Me asombró la hinchazon y los moretones lilas azulosos que enmarcaban sus pómulos. La cuenca alrededor del ojo derecho me hizo entender pese a mi corta edad  lo ocurrido.  Avergonzada trató de taparse. Fue en vano.  A pesar de ello, la logramos ver y sentimos la misma callada vergüenza.


"Let Me Help" | Photographer: Hussain Khalaf, Manama, Kingdom of Bahrain, 2010. Additional Information: Original in Color.    Esa tarde comprendí que mi abuela y mamá no siempre tenían la razón y me habían engañado o tal vez, se habían equivocado.

No eran tan sabias como yo creí. Solían afirmar que las mujeres de mi familia no se juntaban con maleantes ni viciosos ni golpeadores ni negros. Al final, comprobé por  cuenta propia que de una u otra manera  venían a ser lo mismo: basura de la misma especie. 

Despersonalizadayfuerademi: ... Y volviste!Pero mamá le creyó a mi abuela, mi abuela a su madre, mi bisabuela vaya a saber a quién y mi hermana y yo le creímos a todas, como ovejas camino al matadero en el mismo redil.

     Suerte que mamá se casó bien.

Un hombre de hermosas facciones, blanco, alto, trabajador, joven, fuerte y de buenas costumbres, la eligió. 

Mi abuela me decía “Aprende de tu mamá, que ella sí consiguió un buen partido, no como la loca de tu tía Ibeth”. 


Al ir creciendo comprobé lo dicho por mi madre y mi abuela: la lluvia todo lo descubre, queramos o no. 

Hoy llueve. Y me nace la urgencia por recordarlas. Mujeres valientes, fuertes y seguras de sí pese a la época que les tocó vivir.

Y echo de menos a mi madre, esa mujer menuda,
con silueta grácil y mirada llena de luces que se atrevía a caminar bajo la lluvia, acompañada o no. 

Sonrió con nostalgia y dolor al verme reflejada en ella.

Caigo en cuenta que mi meta era la misma que ella solía tener de niña: ser elegida por un hombre como papá. Igualítico a él. Ahora tengo mis dudas y un tardío arrepentimiento. 

Y aquí con una taza de café, acompañando mi soledad, escucho una vez más la lluvia caer.

Lamento no estar con mi madre y al mismo tiempo, agradezco no extrañar a quién en algún momento llamé papá. 



lunes, 18 de julio de 2016

PIELES

(Mi experiencia diaria en el metro)


Señora indiferencia
vuelvo a encontrarla
ensartada en jaulas de metal

Galopando entre seres silentes
ahuyentando la soledad
cual aves viajeras atrapadas en pasmosa calma
con dirección al matadero
                  con dolores que espantan
                                y sus tristezas a cuesta

Tu piel
         mi piel
                 nuestras pieles se rozan
                                                    asustadas
                                     entre asco y curiosidad

Gacelas que se esconden en su propio eje
       Matorrales que se multiplican sin lluvia
                              con dobleces que temen hablar
                                       Gimen
                                              Gritan
                         aireando verdades

Y sucumbo ante sus colores con destellos de luz opaca
      como primaveras convertidas en otoño
      troncos bravíos reducidos a ramal
                                          
Pieles
          Terciopelo o arena
              malolientes o con fragancia a jazmín
Pieles
          Oscuras
               Pálidas
                         Manchadas
                                         Vestidas
Pieles
           Llenas de mentiras
                      con surcos
                            estrías y cicatrices
acordeones vacilantes de tul
Pieles
         Alfombras imperfectas  
         volcanes, colinas, ríos que sueñan con volar
         sucumbiendo al vaivén del camino
         con rumbo conocido, resignadas
                                            sin norte ni brújula.

Miradas escondidas bajo pesados párpados
portones de hierros que encierran susurros 
Susurros que lloran y rezan sin fe
Susurros cansados de esperar

Inquieta me pregunto
¿De qué está hecha la piel?
y me pierdo en mis recuerdos
envuelta en cuerpos sudorosos con sabor a miel
cuerpos en los cuales me perdí
esclavitud de mis desvaríos  

Pieles de tiburón 
                        con sabor a mar
Pieles de algodón
                        sintiendo su calidez
cual suave lienzo de seda
                       sabor de la ambrosía,
de mi pasión emergente
                       al alba de cada día.

Colores 
cual refugio de estrellas fugaces
titilando de esperanzas y ansiedad
alfombras carnales donde se estancan emociones
como néctar suave
Antesala de penas y dolores
Recipiente pletórico de besos y abrazos
Faro y muelle de tormentas.

Y me arropo con mi piel color canela
sintiéndome viva
dentro de tanta incertidumbre
regodeandome de planes malévolos
descifrando crucigramas 
salpicada de amargas despedidas 
  atardeceres 
             olvidos
                amaneceres
                         sinsabores 
                             esculpidos de fantasías, 
                                        esperanzas y sueños 

Pieles
manuscritos de pasión
con el tiempo conservado en cofres de cristal
Pieles 

finos tapices encogidos por el dolor
carnes juveniles encendidas cual hogueras

Pieles bronces
           Pieles nacaradas
                      que acaricio con mi lengua,
                                      respirando sus esencias
dilatando mis pupilas, mis poros y ensenadas

Cuerpos desconocidos que reaccionan ante el breve roce
de mis manos deseosas
de cabos que penetren  
                          mi impetuoso mar




Pieles 
que observo
                  trago
                       imagino
                                deseo
Pieles ajenas 
que despiertan mis sentidos
mientras en mi recorrido 
escribo esta historia a mi manera
para escapar de mí 
para huir del mundo....

domingo, 6 de marzo de 2016

MICRORRELATO FANTASTICO "EL ESCAPE"

Es uno de esos días particularmente repleto de un ambiente pesado, donde el Sol amenaza con exterminarnos y las horas avanzan lentamente.     

Día tedioso, sin tiempo ni deseos de hablar.  

Nuestra oficina, su cárcel, a duras pena aparenta serlo.
 “Compacta” por no aceptar su aspecto miserable. Lúgubre, fría cual morgue y con colores que deprimirían hasta a los “maestros de la Felicidad”.  Es un espacio de “dos por dos”, en el cual aún desconozco como ambas podemos coexistir sin agredirnos.

Lo comparto con mi compañera de trabajo, confidente y algo más.  Soy su Jefa además de su carcelera. Yo, hembra “Alpha”. Ella, dócil cual brisa de verano. Ambas, con caracteres, realidades, edades, prioridades y sobre todo adicciones diferentes.

Ella, para mi bien, sentada muy cerca de mi, casi cual loro apoyada en mi hombro derecho. Dándome lateralmente la espalda, avanza en sus obligaciones, negada, sin  mostrarme su cara, absorta en sus propios pensamientos. Siempre  silente y nerviosa llenando formularios los cuales debían estar listos para “ayer”.

Yo, analizando reportes financieros y pensando en ella.  Lo único rescatable de mi trabajo es su presencia y “nuestra hora” de almuerzo.   Siempre vamos juntas. Tenemos dos largas horas para comer y perdernos en caricias que  repasan solo mi cuerpo.
               
Las 12:00 menos diez. Presurosa dejo mis reportes  en pausa.
-      
L    Llegó la hora mi amor -  Al fin. Lo único que vale la pena en nuestro día - le insinúe con algo de picardia y ansiedad.

Silencio. 
Sin risas ni complicidad. 
Sin siquiera voltear a encontrarse con mi mirada sedienta por ella.
Le toco el hombro derecho para sacarla de su ensimismamiento. 
Caos. 
Se deshace ante mi.  Su cuerpo sucumbe hundiéndose entre mis dedos en una especie de piel arenosa que cae lentamente, sin poder dar crédito de lo que observo, sin poder evitarlo, sin detenerlo.
Desvarió. Observo la pequeña ventana que separa nuestro microcosmos del resto del edificio y solo observo negritud.
    A mis pies, mi amante convertida en arena. Yace ella. Ahora caliente, pesada, húmeda y con olor a marisquería rancia que me obliga a tragar mis propias arcadas.

En mi desespero huyo de este escenario dantesco en busca de ayuda y el silencio me abraza. 

La negritud me impide avanzar. Desconozco lugares. 
Carezco de sensaciones. Solo caigo en picada libre sin saber hacia dónde. Sin conocer el final…                           

viernes, 18 de septiembre de 2015

TE DESEO

A pesar de no poder tenerte, añoro hacerlo cada día más.


Rendirme en tus brazos, saborear tu piel, sentir tu aroma, embriagarme toda de tu ser, lamer tus estallidos al punto del empalague y el cansancio ...















Añoro tenerte más alla de un impulso, una obsesión o terquedad.
Más alla de una equivocación o un acto impensado. Un error. Un desvarío. Tal vez mi última locura!!!. No lo se.  Repito, no lo se.

Sólo atino a decir que te deseo, en este momento más que hoy...  hoy más que ayer... Ayer cuando aún no te conocía juro que te esperaba, que te sentía muy dentro de mi ser.


Eres mi todo a pesar de no ser nada.
Te conozco aún cuando ésto no es verdad.
Te imagino y se que el día de mi entrega no me habré de equivocar en lo inventado por mi cuerpo y recreado tantas veces por mi mente.
Febril, inquieto, alborotado por ti.

Tú.
un cuerpo por recorrer sin atisbos ni temores.
Un enigma que deseo descifrar.
Una cúspide que necesito conquistar.
Un sentimiento malsano casí infantil de curiosidad.
Una montaña rusa que deseo dominar.
Un pecado del cual planeo no arrepentirme quizá. 

Un espacio.
Un rincón.
Una esquina que nos descubrió desprevenidos.
Un silencio incómodo, largo, comprometedor y agradable.
Una despedida distendida. No deseada.
Un te extraño y no te has ido ...
Unas gotas de lluvia sobre tu tejar.

Una cama sucia, deshecha..
Unas sábanas en las cuales deseo pernoctar. Amanecer. Repetir, Descansar.

Y eso eres tú.
Un enigma
Un imposible cada vez más posible.
Una lejanía.
Una distancia difusa al alcance de mis manos.
Una oportunidad disfrazada de amistad.

Una cita enmascarada de reunión.
Risas nerviosas, miradas evasivas, roces con temor, timidez  y premura.
Un encuentro que ya se ve venir. Que nos espera. Nos llama. Nos tienta.

Y te pienso.
Te imagino.
Te invento.
Espero.  Desespero.
Me calmo y retomo el sentimiento soslayado. Aquel que finjo no tener, que carcome mi interior con ganas de ser.
Que me socaba. que corrompe. que da hambre e invade cada orificio, cada nervio, cada rincón de mi ser.

Reflexiono.
Pienso.
Y caigo en cuenta.


Esto no puede ser.
No lo podemos dejar crecer.
No puedo ser tuya.
No me puedes tener.

Sonrío.

Tú también.
Me ves. Te observo.
No es necesaria la entrega.

Solo al pensarte.  Solo al verte venir.

Solo al sentir tu proximidad, tu presencia, me invade un desespero que no es otra cosa que placer.....


No necesito tus besos, tus caricias ni tu vaiven.
No me toques.
Ni me penetres.
Ya lo has hecho aún sin querer...sin darte siquiera cuenta.
Ya he estado en tí.
Ya te conoce mi piel...
Me posees sin pedirlo. Al menos Yo lo se.
Lo niego. Lo evito. Lo minimizo con esperanza de no sentirlo.
Pero sigue aqui y no se quiere ir... 

  

viernes, 4 de septiembre de 2015

... Y volviste!

De nuevo en las andanzas.

Retornaste exactamente al punto aquel en que te perdí.

Y andas por alli, alegre,  libre cual el viento, intentando someterme una vez más.
Intentando arrastrarme al infierno disfrazado de paraiso.... aquel del cual salí, porque así lo has decidido tú sin mas ni más .

Y vuelves como si el tiempo hubiese hecho pausa.
Regresas esperanzado no se a qué. Queriendo encontrar no se a quién.
Vuelves y apareces con tu sonrisa descarada, con  tu andar desenfundado que produce en mi  incomodidad y al mismo tiempo placer.
Vuelves con tus mañas que te anteceden, con la malicia que siempre rodea tu ser y que te delata. Con esa sonrisa a medias que descubre que a tu lado nada es seguro, permanente y mucho menos serio.

Vuelves convencido de que entre nosotros nada ha cambiado. Y pretendes convencerme de lo mismo.
Afirmas que has llegado y esta vez, vienes a quedarte. A quedarte en verdad.
Que será diferente. Que eres el mismo pero más consciente, maduro y que tu único discurso y carta de presentación es que aún me amas.
Que las mentiras, el drama, el llanto, las promesas rotas, la espera, el aislamiento al cual me sometiste, mi corazón herido... todo ésto quedó atrás.

Vienes porque defiendes el statuo quo existente ayer, ese que reza que siempre he sido y seré tuya.  Porque me conoces y me sabes incompleta, errática, vacía sin tí.

Cuanta soberbia!!!.
Cuanta negación puedes albergar en ti?

Acaso no crees cuando te aseguro que he cambiado?
Es que no lo ves?
No crees que mi mundo ya no gira en torno al tuyo?

Acaso desconoces que mi horizonte ya no termina en ti? 

Me imagino que es una dura realidad reconocer y aceptar los cambios, Mucho más si los mismos conspiran en tu contra. Mucho menos si quedas afuera de aquella la que fue "nuestra" historia. Aquella que nos envolvió  y que hace un tiempo, para mi bien, dejaste atrás.

Me sofocas. Me agobias. Me acosas. Me arrinconas.... me tientas...
Me explicas que sin ti soy una flor sin deshojar, una corriente sin cause, una mujer sin orgasmos.... Que te pertenezco tal cual te pertenece tu sombra. 


Que tu lugar está dentro de mí y mi camino solo debe terminar en tí.
Que debe haber un error, un circuito cerrado en mi cerebro. Que no legislo bien.
Que mi decálogo termina y claro empieza en ti.

Que te amo. Y que lo sabes.
Que te espero. Y tú lo sientes.
Que te perdoné. Y que te consta.
Que nadie cambia de la noche a la mañana. Y menos Yo, una mujer sin voluntad ni seguridad.

Me pregunto, cuánta "noche" tienen los años que he visto pasar ?
Cuántos soles de madrugada perdí por tu causa?
Cuánto invierno reinó en mí por tu partida?

Es que olvidas las veces... las muchas veces que lloré?
Acaso olvidaste que practicamente me deshice por el miedo y la tristeza de seguir sin ti!

Desconozco tus intenciones, salvo el de volver mi mundo un caos.
El robar la paz que hoy habita en mi alma.
El quitarme el aliento de vida que tanto me costó conseguir tras tu partida.

Y volviste!

Volviste con tus mismos rasgos arrogantes, temerarios
Volviste con tus pasos firmes, con tus brazos que ayer me apretujaban, con tus dedos, con tus labios, con tu lengua que solo antier me llenaban de placer.... seguro de que tu lugar está en mi.
De que mi mundo es totalmente tuyo.

Y volviste!

Volviste sin invitación, como rafaga de viento.

Sin previo aviso. Fuerte, soberbio... Seguro de que aún te amo.
Deseoso de explorar mi cuerpo, someter mi alma, dominar mi mente.
De guiar, como antes, mis pasos, mis actos, mis reacciones y mis pensamientos.

Volviste. Si!
Pero tan equivocado. Errando el camino.
Tropezando las mismas piedras que dejaste a  tu paso.

Volviste....
Subestimando mi mundo.
Ignorando mis sentimientos.
Minimizando mis amores, mi entorno, mis logros.
Echando polvo a mis avances, pocos para tí ... pero audaces y contra todo pronóstico para el mundo circundante.

Volviste.
           ¿a qué?
                      Lo desconozco.

Ya no le faltas a ella....

Aquella que dejaste ir una madrugada cualquiera. Descalza. Llorosa. Desolada y temblorosa..
Aquella que caminó kilometros sin saber cómo se vivía sin ti...
Esa que no podia casí hablar sin sentir que se le desgarraba, literalmente, el alma.
Esa que pidió ayuda para poder superar el vacio y el dolor...
Aquella que se sentía insegura e incompleta sin ti.                      
Aquella que se sentaba a esperar bajo la luz de un débil farol.... en una esquina macabra.... sola, con frio y de madrugada... con lobos que la acechaban....que ella veía y escuchaba venir pero no la aterraban... Tanto era su grado de dolor que desconocia el valor del temor...

Aquella que se acostumbro a tu peso, a tu olor, a tu ácido sabor ... al golpeteo de tu cuerpo sobre el suyo.

Esa que no temia los peligros, las penurias, las zozobras. las verguenzas que le causabas...

Esa que no dudaba en seguir a tu lado a pesar de que todo se te oponia....


Esa.
Aquella mujer que hoy casi no recuerdo.
Que me rehuzo a citar.

Esa mujer de la historia.
La que olvidé, la que no conozco, la que no recuerdo con detalle alguno....

Esa  ya no vive aqui.
Te cuento que murió. Que migró a espacios desconocidos....
Repito.
Para tu mal y el bien mio, esa no existe.
Aquella  ya no vive en mi.