viernes, 15 de mayo de 2015

Cuando llevaba el cabello rojo...

Con el cabello rojo a cuestas andaba...cual prostituta barata!

Cabello rojo que bordeaba mi cuello, rozando mis hombros y excitantemente acariciando mi espalda...

Cabello rojo que insistía en enmarcar el delicioso cuerpo de mujer que la Naturaleza me regaló... que niego tener, que grito odiar, pero que está allí para ser visto, apreciado, usado...

Cabello rojo que llevaba, repito "rojo"  solo porque asi él lo deseaba.

Lo llevaba rojo  fingiendo vivir la vida, sonreída, confiada y segura.

Cabello rojo de taquilla triple X, bello, vibrantemente rojo en mí, pero en cierto modo y en honor a la verdad, con el cual fui tan infelizmente feliz...

Me sentí tan vacía, sola y agobiada a pesar de su compañía. Mala, sí... pero compañía en fin...

Estuve pérdida, errante, equivocada buscando estabilidad en el lugar y con la compañía equivocada... y nunca me sentí tan susceptible, temerosa e insegura.

Dentro de un bosque oscuro, tétrico y denso buscaba el tronco, enredada en las ramas.

Desconociendo que en dicho bosque no había árboles, no crecía la hierba lozana ni flores vibrantes, sanas y olorosas. Solo pululaban espanta pájaros y criaturas del mal vivir fingiendo ser lo que no eran, fingiendo sentir  lo que no sentían.


Cuando malamente decidí. llevar el cabello rojo,
todo en mi vida se volvió caos, lamento y entuertos.

La montaña rusa dentro de mí no se detenía, dejándome agobiada, exhausta, derrotada. Sintiéndome en ruinas y viéndome muchísimo peor.

La cuesta era doblemente empinada, cargando a cuestas mi propio peso, de por sí difícil y el de aquel ser inferior, taciturno, oscuro  que encontré en el camino y que obnubiló mis sentidos. Complicó mi camino y ennegreció mi ser.

Es que cuando me atreví a llevar el cabello rojo, mi psiquis cambió.


Mi mundo se volvió color sangre, con pasiones desenfrenadas provocando en mí un olor nauseabundo a podredumbre, muerte y abandono.

Vibraba y moría al mismo tiempo. Vivía por él, muriendo a su lado.

Así fue sin agregar más. Que cuando llevaba mi cabello rojo, se ennegreció mi alma.
Mis acordes se volvieron tenues, vacíos, distantes.

Perdí el rumbo. Fingí fortaleza, seguridad y plenitud, cuando en realidad todo en mí no era más que un saco sin fondo cortado a la mitad, que me empeñaba en llenar en vano.


Es que cuando me atreví a llevar el cabello rojo, solté las riendas de mi vida, entregué mis llaves a un victimario que no dudo un solo segundo en aniquilar mi ser.

Me ahogué. Me perdí. Morí...

Cuando llevé el cabello rojo... Eran otros tiempos. Otros espacios....

Eran inviernos teñidos de veranos, con soles de fantasia y oleadas de calor que entumecían hasta al más vivaz de los mortales...

Cuando llevaba el cabello rojo, caí en cuenta que aquel no era mi color.

No había nacido para llevarlo a cuestas. No me iba bien, no calaba en mí..
Sencillamente no me asentaba...

Lo dejé atrás   y recordé que siempre hay cabida para un cambio, para retomar el camino y desandar mis pasos....




No quiere decir que cambié de vida, pero por lo menos ya no soy aquella pelirroja barata... confundida, errática....  

Soy quizás, peor.


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