miércoles, 4 de febrero de 2015

La niña se siente diferente, su vida lo es.

Cae la noche. Y junto con ella, la temperatura, los movimientos, las intenciones y las defensas.

El panorama cambia, los pensamientos y deseos también. Surgen en algunos, inquietudes y motivaciones impensables.

Una vez sucede, todo es diferente... aún cuando no se admita su ocurrencia.

Un nuevo día se avecina. Pero para la niña, en la oscuridad de su habitación, la sensación ya conocida de incomodidad y peligro sigue siendo la misma.

La casa está en silencio. El tiempo se  paraliza, transformando el ambiente familiar circundante en un panorama denso y premonitoriamente triste.
Todos duermen, o al menos, eso es lo que algunos aparentan dentro de la oscuridad y su silencioso seno.

En tanto a otros, la noche, sus sentidos enervan, cual depredador.

La niña, gacela frágil, sin escapatoria y resignada a su suerte, solo trata de adivinar dónde sucederá el primer sartazo certero de aquel, su rutinario visitante nocturno..

Esa extraña sensación la envolvía.  Nuevamente.... La anticipaba... Era esa misma sensación de saber que "eso" que teme y no espera, pero que se sabia conocedora,  aún no queriendo que suceda, lo hará... inevitablemente sucederá.

Es contradictorio, pero el saberlo, en lugar de generarle miedos o ansiedad, la llena de una  tranquilidad malsana rayando en un conformismo absurdo y fatal. Se tranquilizaba pensando que luego del caos, vencido el asco, vendrá un buen momento. Un periodo largo, consciente, de calma, en el cual la dejará en paz. Una tensa calma pero calma en sí.... le pedirá perdones con la mirada, con un silencio cómplice sellarán una vez más su secreto y se alejará de ella... por un tiempo. 

Pues allí está la niña, como antes lo habia hecho, esperando ese momento.
Momento conocido, repetido, hartamente vivido.

Sin saber si dormir y dejar que el espanto de sus dedos esculcando su cuerpo la sorprenda.

O esperar, consciente, recogida en posición fetal, escondida bajo sus sábanas, rogando que su suerte de un giro y cambie.

Desde que se iniciaron estas visitas nocturnas, la niña se siente diferente. Su vida lo es, por tanto sus  emociones también.

La diferencia es que mientras los demás duermen,  posiblemente sueñan o tal vez, tengan pesadillas... En tanto, ella despierta... teme. Y cuando duerme, sufre y teme aún más ante la expectativa de poder despertar y encontrarse igual o peor que la noche anterior, con el mismo peso sobre ella, soportando el interminable y tosco vaiven y cargando en sus pensamientos, el recuerdo de esta sensación incómoda una y otra vez.

La diferencia es que mientras otros tienen pesadillas que ocurren en sus mentes. Las de ella ocurren en su casa.
Muchos tienen pesadillas al dormir.  Ella, en cuanto abre los ojos.

Varias pesadillas, luego de una caida al vacío, terminan de golpe, súbitamente al despertar. Las de ella, recién empiezan. Las de ella si tienen unas manos de adulto que la atrapan... y que se niegan a soltarla.

Es solo una niña.  Y dentro de un mundo de adultos, tan cercanos a ella, se siente cercada, pero sola. Confundida, sintiéndose culpable, descuidada y sucia dentro de una jaula inexistente de la cual no sabe cómo ni cuándo salir.

Pensando que es producto de sus fantasías infantiles, que son terrores nocturnos, que tal vez son inventos de una mente trastornada o de una pequeña inestable y problemática que siente cada vez más cerca a su amigo "imaginario"...

Casí creyendo que lo provoca y  lo merece por ser una niña "fea, terrible y mentirosa".

y sigue a la espera... con sus cinco sentidos a flor de piel, inquieta, alerta.

Escucha sus pasos, distantes, bajitos, constantes... Cada vez más cercanos, asfixiantes...


Percibe su presencia difusa, etérea pero real...

Siente su respiración encima... jadeante, presurosa. Su cuerpo acomodándose junto al de ella. Demasiado cerca para poder ser ignorado. Para pensar que está soñando... o que es una inventiva de su precoz imaginación.


Está ya alli. Sin distancias. Con ella, susurrándole al oido frases inentendibles, indescifrables pero cargadas de apuro y ansiedad...

Se cohibe. Se encocha como siempre. Se cierra... pero él permanecerá allí por un buen tiempo si no se porta bien. Si no coopera. Es una buena niña. así que espera..."instrucciones".... Dependiendo de sus movimientos... ella espera...

Pero esta noche será diferente.

Ella pondrá de su parte. Participará.  Nada pierde.
Mucho gana. Cuanto más rápido suceda, será mejor, tanto para ella como para él...

Siente como sus grandes manos recorren su cuerpo, mientras le lamé su oreja derecha...ordenándole que se "de vuelta".

Esta noche, le dará lo que pide, sin quejas ni lamentaciones. Sin resistencia.

Solo necesita ponerle cara a su visitante nocturno. Solo eso, y saber que no son sueños, que el dolor es real. Que el ardor y la humedad no son inventos. Que el olor nauseabundo y el miedo que la acompañan, lo trajó él a su vida desde su primera visita.

Solo necesita voltearse y darle rostro y vida  a la sombra que constantemente la visita, que se mete solapadamente en su cama...

Un giro rápido. Frente a frente. En la oscuridad, dos cuerpos. Uno pequeño que no tiene oportunidad ni la más mínima defensa ante el otro, que pesa cuatro veces su tamaño.

Y se deja  hurgar, guiar. Instruir... Se deja acomodar bajo aquel cuerpo sudoroso y pesado, sacando a su requerimiento y dejando ver sus pequeñas manos. Antes protegidas debajo de su almohada... Su visitante quiere sentir sus manitas acariciando su espalda...

Él toma impulso hacia atrás. Le arranca de un jalón sus sábanas, subiéndole presuroso su pijama... Ella lo espera... con sus ojitos cerrados, solo espera que él se dejé caer...

Y espera, sus movimientos, su peso... el conocido y doloroso vaiven...

Hoy se siente diferente. Su vida lo es, sus emociones, pensamientos y reacciones también...

Se deja caer sobre ella.

La niña observa con horror el trastabilleo de su visitante, quien sin saber a ciencia cierta que ocurrió, cae sobre ella. Ésta, sin poder moverse, grita por el peso asfixiante que la sofoca, por la humedad caliente que la salpica...

Hay luces, gritos, llanto, abrazos y ayuda.

Su visitante nocturno yace inerte. De la mortal herida aún brota con fuerza chorros de sangre que se escurren sobre el filo y la empuñadura del cuchillo liberador, encharcándolo todo.  Salpicando las paredes por doquier, dándole permanencia y existencia a lo ocurrido...
Segundos atrás, la frialdad resbaladiza  y traicionera de un filo metálico era lo único que separaba el  pecho de la niña de su cuello varonil. Aquel cuchillo de cocina, el más grande que ésta  pudo conseguir y que sostuvo con firmeza hasta que sintió como se lo enterró en lo profundo de la garganta ...

No eran pesadillas, invenciones ni fantasías de una mente infantil...

Ahora la niña se siente diferente. Su vida lo es.

Ya no habrán visitas... ni susurros....
Desaparecerán los dolores, temores y lamentaciones... al menos, eso piensa la niña....


Sus emociones y reacciones se sienten diferentes... Su vida lo es.

Una vez sucede, todo es diferente... aún cuando no se admita su ocurrencia.

    

  

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