domingo, 21 de diciembre de 2014

Mi pesado equipaje...

Decidí dejarlo en la mitad del camino. Cuando realicé que era demasiado pesado, con variadas valijas de contenido dudoso e inservibles maletas sin llaves ni combinaciones... Y así lo hice, lo dejé alli, desparramado, sin arrepentimiento alguno, sin dudas ni mucha reflexión. 

De más está el afirmar que me resultaba odioso su peso. Me complicaba la vida en todos sus aspectos, dejándome sin energia para lo más elemental.
Me impedia respirar con libertad, haciendo mis pasos más etéreos, vacíos y falsos.

Y de pronto sucedió sin planearlo. Un día cualquiera me fuí rebelando, o debo escribir, hartando. Y fue así, en el camino sin darme cuenta, ese día cualquiera, cayó una maleta, quedando rezagada, atrás, en el pasado a donde pertenecía  y se perdió. Era grande, absurda, envuelta en penumbras y dolores olvidados, ya superados, pero que yo insistía en sacarla a pasear de vez en cuando , aún en momentos soleados, aún estando de fiesta o con buena compañia... 


Entonces comprendí que las demás podían "perderse" para mi bien. Y así, sin casi meditar sin planeación alguna, por puro amor propio y algo de comodidad,  las fuí soltando una a una, sin revisar..... y las dejé a la mitad del camino.

Algunas las escondí a la vera del camino. Su contenido era demasiado vergonzoso para ser encontrado y expuesto.

Otras simplemente las dejé a la orilla del camino, abiertas, revueltas, dispuestas a ser reecontradas... a algun otro mortal ayudará.... que mi equipaje absurdo sea usado, absorbido y sentido.

Y así continuo con mi vida, despojándome poco a poco de lo que hace daño, de lo que agobia, incomoda y enferma... De lo que me impide caminar con mayor premura o seguridad.... de todo lo que se me hace imposible de cargar... No es fácil pero lo intento...

Pero para ser del todo sincera, debo admitir que aún hoy  día mantengo alguna que otra caja o maleta grande conmigo... Es el compendio de lo peor, de aquello innombrable y por ende casí imborrable...  A pesar de dejarla olvidada en alguna curva, en algún abismo, no se cómo se las arregla para volver a mi a la mañana siguiente o cuando menos se le espera. Cobra vida, adquiere fuerzas, corre, me busca y se adhiere a mi con inusitada fuerza cual niño que teme el destete....

Y así me adapto a ella, a mi caja personal, que se niega a abandonarme...Mi caja cree que sin ella no puedo seguir y por ello evita hablar de crecimiento, superación, futuro y esperanzas. Para ella no hay mañana. Lo sabe y le teme incluso al hoy, pues cada día que llega es uno menos para ella.... Es su invitación al olvido definitivo, al adios que tanto teme que llegue.  

Por momentos, no siento su peso, su carga ni su incomodidad. Le teme a la luz. En días soleados, claros, con brisa y verano suelo verla agazapada bajo algún arbusto,
escondida mirándome a lo lejos con una mezcla de envidia, rencor y frustración. Y yo, aprovechando, ese golpe de libertad camino presurosa, alejándome de ella, lo más que puedo... poniendo distancia entre ambas pues no somos amigas, sino todo lo contrario. Y escapo, me aliviano, incluso puedo correr, saltar y bailar ya que no me duelen los hombros, la espalda deja de arquearse y mis piernas ya no tiemblan por ese peso tan bien conocido de mis eternas compañias......  
  
Pero cuando llega el invierno, aún cuando solo fuese una lluvia fugaz o un bajareque pertinaz, ... aparece intespestivamente, sin aviso ni invitación, haciéndome un recorderís malvado y cruel de que si bien es cierto, la pude dejar atrás como basura, como migajas de un pasado que evito, que olvido, que niego.... la dueña soy yo y nunca podré escapar del todo de ella...

Lo que desconoce mi caja personal, es que con el arribo de los veranos, con el pasar del tiempo, y con cada invierno, al parecer ella se hace más pequeña, frágil y manejable... sera la costumbre de su compañia, no lo se... pero no me pesa. No como antes.

Y le tengo algo de aprecio y respeto, porque es parte de mi historia.... Esa historia que va quedando atrás.... y mientras se va diluyendo con las gotas de lluvia que caen en cada nuevo invierno, la trato con delicadeza, con el conocimiento y la conciencia que me dicen que pronto seguiré yo sola, sin la caja aquella.

Hoy más llevadera, más chica, casí imperceptible... Se niega a irse del todo, sin entender que mi independencia le dará su libertad y solo entonces podrá descansar en paz con sus amigas, las demás cajetas, valijas y maletas que esperan por ella en la mitad del que fuera mi camino ...   
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